CUANDO MI VIDA CAMBIÓ

Al momento de escribir este blog, al momento de tomar la decisión de ayudar a las personas a ver sus sueños hechos realidad, tengo 27 años cumplidos. 27 años que como una buena vida, ha estado lleno de curvas ascendentes y descendentes, momentos buenos, momentos malos, momentos de llorar y momentos de reír. Sin embargo hace 11 años mi vida dió un vuelco enorme, al recibir una de esas noticias que uno espera no recibir nunca.


Cuando tenía 16 años soñaba, como muchos otros, jugar al fútbol profesionalmente, soñaba con llegar a ser delantero del equipo de mis amores, soñaba con llegar a ser jugador de la selección Colombia, disputar mundiales, jugar en Europa. Soñaba con ser el mejor, llegar a ganar un Balón de Oro sería la cúspide de mi sueño futbolero.

Estuve en procesos de formación de fútbol, y muchos veían mucho potencial en mí. Veían en mi un Javier Saviola colombiano. Sin embargo este sueño se fue cayendo a medida que avanzaba en silencio una enfermedad que me haría dar cuenta que en la vida las curvas descendentes también son necesarias y en muchísimas ocasiones te llevan a ver la vida de una manera diferente. A los 15 años, ya casi llegando a los 16 empecé a sentir una debilidad abrumadora en mis piernas, una debilidad que no solo empezó a limitar mis tiempos de fútbol, también cambiaría mi manera de caminar, al punto de llegar a necesitar ayuda para caminar.

Después de empezar a ver estos síntomas, la decisión era simple: Ir al médico y ver qué pasaba. Después de muchas vueltas y muchos doctores que afirmaban que solo era parte del proceso de crecimiento - y mido 1.62 cm - dí con una doctora, maravillosa, que fue capaz de ir más allá de los simples exámenes físicos y tras un sencillo examen en mis ojos pasé mi primera - de muchas - horas dentro de un cilindro que emite sonidos insufribles: La doctora me solicitó hacer una resonancia magnética. El resultado que arrojó el examen era el siguiente: Esclerosis Múltiple.

A mi corta edad y sin haber escuchado nunca nombrar dicha enferemedad mi pensamiento fue el siguiente: "Al fin, ya sabemos qué es... Ahora si un tratamiento que sirva". No sabía que esta enfermedad no tenía cura - y al momento de escribir esta entrada, hay avances significativos, pero no cura -. Después de mi diagnóstico y pasar por grandes neurólogos y mi primera hospitalización, mi vida no sería la misma.

Terapias, medicina oriental, occidental y experimental, limitar mi vida en muchos aspectos logró despertar en mi un nuevo ser, un ser mucho más valiente, lleno de alegría y de ganas de vivir la vida a pesar de las limitaciones. Aunque en su comienzo no fue fácil aceptar los cambios que vendrían - incluyendo curvas depresivas -, aprendí, no a vivir con ellos, aprendí a desafiarlos. Decidí que vivir con un diagnóstico es mucho mejor que vivir con una enfermedad, y que no hay enfermedad - ni diagnóstico - que logre vencer emocionalmente a una mente dispuesta a luchar. Este fue sin duda uno de los mejores y más poderosos crecimientos que encontré en convivir con una enfermedad en la que el cuerpo se ataca a sí mismo.




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